El enojo
reprimido es la principal causa de la depresión, de la culpa y de la
preocupación.
En el enojo reprimido rehusamos reconocer nuestro enfado. Algunas
personas caen en esta trampa porque piensan sinceramente que el hecho de
enojarse es incorrecto o nocivo en sí mismo. A fin de vivir en armonía con esa
creencia suya, evitan dar expresión a su enfado.
Nos han enseñado a no enojarnos
en vez de como lidiar correctamente con el enojo, el caso es que pretender no
enojarnos es imposible ya que el enojo es una emoción natural, es decir, esta
emoción tiene potenciales de los cuales nos podemos servir, como por ejemplo,
el enojarnos ante una injusticia, pero también tiene potenciales constrictivos,
es decir, que tiene la capacidad de causar daño si no se expresa adecuadamente.
Cuando las personas no tienen la
oportunidad de desahogar su enojo tienden a esconderlo. Como la ofensa se
retuvo, aviva el enojo; consecuentemente la herida no llega a su alivio.
Entonces, la persona tiene tres cosas sin tratar: por un lado una ofensa
retenida, en consecuencia una herida sin sanar, y por último un enojo
escondido, sin desahogo, sin alivio. La ofensa está presente en sus
pensamientos y en sus emociones, lo cual, eventualmente se hará patente en
todas sus actitudes y acciones a través del
enojo reprimido, en todo lo que haga, diga, y también en todo o que decida, lo
cual afectará su vida y todas sus relaciones, incluyéndolo con usted mismo.
Pretender que no sentimos enojo
no resuelve nada, sino que prepara el camino para un estallido ulterior. De
todas las respuestas al enojo, la represión es la que causa más problema.
Reprimir el enojo es como colocar un cesto lleno de papeles en un armario y
prenderle fuego. El fuego se extinguirá o bien incendiará toda la casa. La
energía producida por el enojo no debe destruirse, más bien, debe ser convertida
o bien canalizada.
El enojo es una emoción que nos
avisa que algo es injusto, ya sea contra nosotros o en contra de otros. Es para
alertarnos que se están violando los límites en nuestra vida, y que hay un
problema que debemos confrontar. Es para ayudarnos y servirnos. Pero, cuando
esta emoción es lastimada, es propensa a salirse de control. El enojo afecta
directamente el ánimo, provocándole un disgusto, pesar, desazón, nos hace
desabridos, y nos indispone.
Es por ello que, el dominio sobre
nuestras emociones es el resultado de un proceso gradual y nos ayuda a tener un
alcance mayor en cuanto a lo que discernimos, es importante llevarlo a cabo.
El enojo reprimido puede
fácilmente infligir un problema en el cuerpo dándole un dolor de cabeza. El sistema
gastrointestinal reacciona en forma adversa al enojo reprimido. Puede
experimentar dificultad para tragar, náuseas y vómitos, úlcera gástrica,
estreñimiento o diarrea. De hecho, la causa más común de la colitis ulcerosa es
el enojo reprimido. El enojo reprimido puede afectar la piel a través de
prurito, picazón, y neurodermatitis. Puede provocar desórdenes respiratorios
como el asma; y el papel que juega el enojo en la trombosis coronaria es algo
bastante aceptado.
En algún momento y de alguna
manera, la emoción ignorada o enterrada del enojo se expresará ya sea física,
psicológica o espiritualmente.
Si no tratamos nuestro enojo
rápidamente, al final o explotaremos o implosionaremos.
Ahora bien, simples técnicas de
relajación como respirar profundamente y la imaginería relajante pueden ayudar
a calmar sentimientos de enojo. Algunos pasos
sencillos que puede tratar:
- Respire profundamente,
desde su diafragma. Respirar desde su pecho no lo relajará. Imagine que su respiración sube desde su "barriga".
- Lentamente repita una
palabra o frase tranquilizadora como "relájate" o "tómalo
con calma." Repítala mientras respira profundamente.
- Recurra a la
imaginería; visualice una experiencia relajante sea de su memoria o
imaginación.
- Los ejercicios lentos y
no extenuantes como el yoga pueden relajar sus músculos y hacer que se
calme.
- Practique estas
técnicas a diario. Aprenda a usarlas automáticamente cuando se encuentre
en una situación de tensión.
La reestructura cognitiva significa
cambiar la forma de la que piensa. Las personas enojadas tienden a
maldecir, a insultar y a hablar con términos muy subidos de tono que
reflejan sus pensamientos internos. Cuando está enojado, sus ideas pueden
volverse muy exageradas y demasiado dramáticas. Procure reemplazar estos
pensamientos por otros más razonables. Por ejemplo, en lugar de decirse,
"Es horrible, es terrible, se arruinó todo," dígase, "es
frustrante y es comprensible que esté disgustado, pero no es el fin del mundo y
enojarme no va a solucionarlo".
Tenga cuidado con las palabras
"nunca" o "siempre" cuando habla sobre usted o sobre otra
persona. "Esta máquina nunca funciona" o "Siempre te olvidas de
las cosas" no solo no son precisas sino que además tienden a hacerlo
sentir que su enojo está justificado y que no hay forma de resolver el
problema. Además, distancian y humillan a las personas que de otro modo podrían
estar dispuestas a trabajar con usted para hallar una solución.
La lógica vence a la ira, porque
la ira, incluso cuando es justificada, puede volverse rápidamente irracional.
Por lo tanto, use la lógica fría para usted. Recuerde que el mundo no está en
contra suyo, usted simplemente está experimentando algunos de los malos
momentos de la vida cotidiana. Haga esto cada vez que sienta que la ira le está
quitando lo mejor de sí. Esto le ayudará a tener una perspectiva más
equilibrada.
A veces nuestra ira y frustración
son causadas por problemas muy reales e inevitables en nuestras vidas. No toda
la ira está fuera de lugar, y con frecuencia es una respuesta sana y natural a
estas dificultades. Algunas personas tienen una creencia cultural de que cada
problema tiene una solución, y su frustración aumenta al descubrir que no
siempre es así. La mejor actitud para superar dicha situación es concentrarse
no tanto en hallar la solución sino en cómo manejar y enfrentar el problema.
Las personas enojadas tienden a
sacar conclusiones y actuar en consecuencia y algunas de esas conclusiones
pueden ser bastante extremas. Lo primero que debe hacer si está en una
discusión acalorada es tranquilizarse y pensar sus respuestas. No diga lo
primero que pase por su mente, tranquilícese y piense con cuidado sobre lo que
desea decir. Al mismo tiempo, escuche con atención lo que está diciendo la otra
persona y tómese su tiempo antes de responder.
Es importante darse un respiro.
Asegúrese de tener "tiempo personal" programado para los momentos del
día que sabe que son especialmente estresantes.
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nuestra consigna es: Hacer el bien y sin saber a quién!